jueves, 10 de septiembre de 2015

Children of the grave.

Nos llamaban niños del cementerio. Oficialmente destacamento de vigilancia de la trinchera K-745, la cual atravesaba los restos de un antiguo y extenso cementerio. Allí, entre los restos humanos en descomposición, los mausoleos derruidos y los cráteres llenos de fango sobrevivíamos, aguantando día tras día las andanadas de mortero con un estoicismo solo propio de los hijos de krieg.



El cementerio era un cubil de enfermedades, desde la podredumbre que emanaba de los muertos que habían sido desenterrados por las bombas hasta los fétidos icores que nos llegaban desde la tierra de nadie. Allí donde nadie se atrevía a aventurarse para retirar los cadáveres florecían ecosistemas de hongos y moscas que salpicaban la moribunda tierra de vivos y venenosos colores. Nosotros aguantábamos día tras día el momento de atacar o de ser atacados, de morir o matar, y honrar a Thánatos una vez más, sin embargo nunca se nos concedía tal dicha, llevábamos meses sin ver al enemigo, solo sabiendo de su existencia por las continuas descargas de artillería hasta que, un día, cesaron.

Durante unos minutos no se oyó nada, después fueron horas , y luego días. El mando envió aeronaves de reconocimiento, las cuales informaron que todas las posiciones del enemigo habían sido abandonadas. El calculo estimado de fuerzas herejes había sido estimado en casi dos millones de combatientes. Tras un tiempo de espera, se nos ordenó avanzar. Realizando un avance disperso a través de las llanuras castigadas por la guerra entramos en las posiciones enemigas a bayoneta calada, pero nada, ni tan siquiera las ratas habitaban en esas trincheras. Proseguimos nuestro avance dejando atrás las trincheras de primera linea, adentrándonos en las mejor construidas trincheras de comunicación y tampoco dimos con el enemigo. Nuestros escáneres tampoco daban con ninguna huella de calor ni con ningún rastro que indicase donde podrían haber ido.



Al segundo día, tras haberse adentrado en las líneas enemigas casi tres cuartas partes del regimiento, la tierra crujió y enormes y violentos temblores sacudieron a nuestras fuerzas. El suelo se abrió, y del subsuelo emergieron batallones de tropas enemigas que atacaron a nuestra retaguardia, ocupando las trincheras que horas antes habían estado vacías, mientras que la artillería enemiga volvió a entonar su sonata infernal, rociando con una mortal lluvia de proyectiles nuestra vanguardia. ahora todo tenía sentido, habíamos caído en una trampa magníficamente orquestada en la que, mientras nuestros confiados camaradas avanzaban por la superficie, el enemigo se refugiaba en el subsuelo, y ahora, estábamos atrapados entre la espada y la pared, una cortina de fuego al norte, y las trincheras llenas de enemigos al sur. Las ordenes del mando fueron claras, recuperar las trincheras a cualquier precio.

Sin una queja, el único sonido que se oyó a lo largo de todas las posiciones ocupadas por las tropas del 501 fue el chasquido de los cargadores al insertarse en los fusiles, el zumbido de las mochilas de plasma, y el activador de los lanzallamas al encenderse, al fin, tendríamos una oferta digna que ofrecer a Thánatos al final del día. Avanzamos apareciendo como espectros a través de la neblina de la mañana, con nuestras casacas rojas y nuestras mascaras símbolo de la muerte. cuando entramos en la linea de tiro enemiga comenzó la orquesta. Las ametralladoras entonaron su canto infernal mientras que los aullidos de los morteros hacía la vez de coros. Nuestros camaradas caían descuartizados, otros nunca verían otro día, pero avanzamos. A cada paso que dábamos mas hombres caían sin embargo nuestra férrea determinación nos hacia proseguir. 200, 100, 50 metros nos separaban. avanzábamos usando los crateres de cobertura, y al estar a la distancia suficiente lanzamos las granadas. Bayoneta en mano, entramos descargando la rabia acumulada de meses hacinados en trincheras insalubres, de ver a nuestros camaradas morir, y de estar perdidos en un mundo de mierda dejado de la mano del emperador.



Pese a perder un 60% de la fuerza de combate en el camino hacia las trincheras no importó. recorrimos las lineas enemigas abriéndonos paso a fuego y sangre, degollando, mutilando y matando a todo lo que se nos ponía por delante. Las heridas no importaban. Todos contábamos con cortes, magulladuras y algún hueso roto, pero eso sería preocupación de mas adelante, ahora lo único que importaba era honrar a la muerte y ocupar esas malditas trincheras, al fin y al cabo eramos krieg, y las trincheras eran nuestro hogar. Tras 3 horas de sangrientos combates recuperamos las lineas y aniquilamos al enemigo. Examinamos las cavidades subterráneas donde se habían escondido los herejes y descubrimos que eran zulos excavados a unos 4 metros bajo la superficie que se comunicaban con el exterior por medio de unas rampas hidráulicas. El reducido tamaño de estos contrastaba con la gran cantidad de enemigos que habían emergido, se me hacia difícil la idea de que alguien pudiera aguantar tanto tiempo escondido en unas condiciones como aquellas, así que tras incinerar el interior re acondicionamos las trincheras para usarlas nosotros. Todo había sucedido en un intervalo de apenas 10 horas de acción, en las que habían muerto casi 5000 de nuestros hombres, para avanzar unos 2 km las posiciones. pero las trincheras habían sido tomadas, las ordenes cumplidas y habíamos honrado al emperador.



¡POR KRIEG Y POR EL CAMARADA EMPERADOR!

(Esto ha salido de una mañana escuchando black sabbat que se ha juntado con las ganas que tenía de escribir algo, ¡espero que os guste!)

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